viernes, 28 de marzo de 2008

El Arca en revista Plagio

Nos salvamos juntos
por Izaskun Arrese
24.03.2008

Cecilia Eudave y Salvador Luis compiladores El Arca. Bestiario de ficciones de treintaiún narradores hispanoamericanos Sangría, Chile, 2007, 279 págs.
De un tiempo a esta parte el discurso sobre el calentamiento global y sus nefastas consecuencias se ha instalado en la cotidianeidad de las personas. En un escenario donde el fin del mundo pareciera estar a la vuelta de la esquina, no es de extrañar que surja un sentimiento apocalíptico en la población, y que consecuentemente este sentimiento se perciba también en el arte.

Surgen entonces ciertas iniciativas salvadoras. Como la de un grupo de escritores hispanoamericanos que, al igual que Noé, decidieron construir un arca para sobrevivir y por supuesto, trascender. Si bien en este caso no es Dios quien los exhorta, sí están guiados por algo bastante parecido a la divinidad, la palabra.

Esta especial arca adquirió la forma de una antología de cuentos, donde a treintaiún escritores hispanoamericanos se les pidió escribir una narración por encargo. En uno de los prólogos se señalan las reglas que debieron seguir los autores: “1. elegir un animal real o engendrar una criatura ficticia a partir de una letra del alfabeto; 2. el personaje del relato no tiene por qué ser el animal elegido, el enfoque puede ser oblicuo, y 3. la trama, la temática y el estilo son absolutamente libres”.

Detenerse en cada uno de los cuentos que conforman este bestiario es tarea larga, sobre todo por las distintas formas de abordar el pie forzado que asumió cada autor. Sí se puede hablar del resultado final y de los elementos unificadores y comunes.

La participación de los animales en El Arca es bastante variada. En “Cocodrilos” son absolutos protagonistas; en cambio en “Delfín” son simplemente una insignia en la bandera de un niño scout; pueden actuar como adjetivo y ser el sobrenombre de un individuo al que llaman “Koala”. En “Chanchos” los animales están humanizados, y en “Arañas” tienen una conexión sobrenatural con los hombres. También hay seres humanos que en vidas pasadas fueron animales, como en “León” y “Jaca”.

Si bien los cuentos son distintos entre sí, globalmente hay un algo que los asemeja y que lamentablemente produce cierta monotonía. Por ejemplo, el tono mítico y profético es algo que se reitera. Por otra parte, y quizás en relación a la temática animal, tan propia de las narraciones para niños, en varios se percibe un incómodo tono infantil. Hay un par que pretenden ser existenciales y profundos, pero al final no consiguen ni lo uno ni lo otro.

Al estar relacionadas con la temática animalesca, es inevitable que algunas de estas narraciones tengan rasgos de parábola y fábula. El problema está en que por algún motivo, justamente estos cuentos son los menos logrados, algo no calza y resultan un poco falsos y fuera de tiempo. Si no fuera por la necesidad de incluir cada letra del alfabeto, algunos textos podrían haber quedado fuera sin problemas.

Es necesario señalar que también hay elementos que se repiten, pero que contribuyen a enriquecer y dar vida a los relatos, además de alentar a seguir leyendo. Sumamente atrayentes son la sordidez y oscuridad inesperada de algunas narraciones, como “Yegua” y “Benteveo”, también la ironía y el humor de “Iguana” y “W”.

Por otra parte, el tema impuesto parece haber sido una gran dificultad para algunos de los autores, para otros en cambio fue una excusa perfecta para mostrar su talento y crear una narración de gran valor. Algunos de los puntos culmines de la antología son “Benteveos” de la argentina Rosalía Compra, “Gatos” del chileno Álvaro Bisama, y “Osos” el puertorriqueño Pedro Cabiya.
Aunque no queda claro el criterio que primó a la hora de escoger a los escritores, un aspecto valioso de esta antología es que sin duda es un muy buen muestrario de autores, que contribuye a demostrar que lo hispanoamericano se define en gran medida por la diversidad. Es sin duda, una buena ocasión para descubrir y adentrarse en la pluma de escritores que de otra forma sería poco probable conocer.

Por último, en el marco de las crisis fronterizas y diplomáticas que viven los países latinoamericanos, El Arca se transforma en una especie de utopía, pues en ella conviven las distintas nacionalidades sin ningún problema ni enemistad. Hay un rol social que no está en los relatos, sino en el hecho mismo de antologar y optar por la acción.

Del valor futuro de esta antología, sólo podrá hablar el tiempo.